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InfanciaJuan Esteban Arango
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La hija del avaro castellano estaba observando desde las ventanas de sus habitaciones con ojos de admiración y amor contemplando a aquel coloso, prototipo de una raza fuerte, valerosa y noble. 

Tan pronto salió su padre, fue a rogar enternecida al verdugo para que cesara el cruel tormento y lo pusieran en libertad. Esa súplica, que no era una orden, no podía aceptarla el vil soldado porque conocía perfectamente el carácter enérgico, intransigente e irascible de su superior, más sin embargo no pudo negarse al ruego dulce y lastimero de esa niña encantadora.

La joven española de unos quince años, de ojos azules, ostentaba una larga cabellera dorada, que más parecía una capa de hilo amarilla por la finura de su pelo. La bella dama miraba ansiosamente al joven cacique, fascinada por la estructura hercúlea de aquel ejemplar semisalvaje.

Cuenta la leyenda que en la época de la Conquista, en que

la ambición de los colonizadores no solo consistía en fundar

poblaciones sino en descubrir y someter tribus indígenas para

apoderarse de sus riquezas, salió de Santa Fe una expedición

rumbo al río Magdalena.

 

Los indios guías descubrieron un poblado, cuyo cacique era un joven fornido, buen mozo, arrogante y valiente, a quien los soldados capturaron con malos tratos y luego fue conducido ante el conquistador. Este lo

abrumó a preguntas que el indio se negó a contestar, no sólo por no entender español, sino por la ira que lo devoraba.

 

El capitán en actitud altiva y soberbia, para castigar el comportamiento

del nativo ordenó amarrarlo y azotarlo hasta que confesara dónde guardaba las riquezas de su tribu, mientras tanto iría a preparar una correría por los alrededores del sector.

AmorJuan Esteban Arango
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InjusticiaJuan Esteban Arango
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Pasaron los meses y la feliz pareja, con la llegada del primogénito rebosaban de alegría. Sin embargo, una india vecina, conocedora

del secreto de la joven pareja y sintiéndose despreciada por el indio, optó por vengarse.

 

Esa noche escapó a la fortaleza a informar al conquistador el paradero de su hija. Excitado y violento el capitán, corrió al sitio indicado por la envidiosa mujer a desfogar su ira como veneno mortal. Ordenó a los soldados amarrarlos al tronco de un caracolí de la orilla del río. Entretanto, el niño le fue arrebatado brutalmente de los brazos

de su tierna madre.

 

El abuelo le decía al pequeñín: "morirás indio inmundo", no quiero descendientes que manchen mi nobleza, tú no eres de mi estirpe, furioso se lo entregó a un soldado para que lo arrojase a la corriente, ante las miradas desorbitadas de sus martirizados padres, quienes hacían esfuerzos sobrehumanos de soltarse y lanzarse al caudal inmenso a rescatar a su hijo, pero todo fue inútil.

Cuando quedó libre, ella se acercó. Con dulzura de mujer enamorada lo atrajo y se fue a acompañarlo por el sendero, internándose entre la espesura del bosque. El aturdido indio no entendía aquel trato, al verla tan cerca, él se miró en sus ojos, azules como el cielo que los cobijaba, tranquilos como el agua de sus pozos, puros como la florecillas de su huerta.

 

Ya lejos de las miradas de su padre lo detuvo y allí lo besó apasionadamente. Conmovida y animosa le manifestó su afecto

diciéndole: !Huyamos!, llévame contigo, quiero ser tuya.

El lastimado mancebo atraído por la belleza angelical, rara entre su raza, accedió, la alzó intrépido, corrió, cruzó el río con su amorosa carga y se refugió en el bohío de otro indio amigo suyo, quien la acogió fraternalmente, le suministró materiales para la construcción de su choza y les proporcionó alimentos. Allí vivieron felices y tranquilos.

BusquedaJuan Esteban Arango
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Vino luego el martirio del conquistador para atormentar a su hija, humillarla y llevarla sumisa a la fortaleza. El indio fue decapitado ante su joven consorte quien gritaba lastimeramente. Por último la dejaron libre a ella, pero, enloquecida y desesperada por la pérdida de sus dos amores, llamando a su hijo, se lanzó a la corriente

y se ahogó.

La leyenda cuenta que en las noches tranquilas y estrelladas se oye una canción de arrullo tierna y delicada, tal parece que surgiera de las aguas, o se deslizara el aura cantarina sobre las espumas del cristal.

 

La linda rubia que sigue buscando a su querido hijo por los siglos de los siglos, es LA MADRE DEL AGUA. La diosa o divinidad de las aguas; o el alma atormentada de aquella madre que no ha logrado encontrar el fruto de su amor.

Busca a su hijoJuan Esteban Arango
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Por eso, cuando la desesperación llega hasta el extremo, la iracunda diosa sube hasta la fuente de su poderío, hace temblar las montañas, se enlodan las corrientes, se desbordan las fuentes de agua y ocurren desastres. 

Después de tanto tiempo, aún en la actualidad, ella busca locamente a su hijo en las fuentes hídricas, y es allí donde ella empieza a notar como el hombre se encarga de destruir el ecosistema, maltratar los animales, contaminar, entre otras cosas. Esto genera en ella preocupación y esto causa que de ahora en adelante no solo luche por encontrar a su hijo, también se esmera por defender los animales, la flora y el agua de estos ecosistemas.

El agua y sus criaturasJuan Esteban Arango
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